Hace unos días, en un viaje por bus, "sin querer queriendo" fui testigo de una emocionante conversación de una madre con su pequeño hijo. Al parecer ellos salían de recoger el DNI (Documento Nacional de Identidad) del niño.
Pablo: "Mami mira mira, éste soy yo, aquí esta mi foto, mi nombre, el día de mi cumpleaños, la huella de mi dedo, mira mami mira", decía inquieto mientras manipulaba la tarjeta color melón que tenía en sus manos. Desde ahora con ella tendrá acceso a los servicios de salud, educación y alimentación.
En seguida esta escena me hizo recordar al día en el que recogí por primera vez mi DNI (para ese entonces los menores de edad sólo tenían partida de nacimiento); estaba súper emocionada de ya ser parte del club de "los mayores de edad", podría votar en las elecciones, viajar sin permisos, tener derecho de admisión a discotecas, tragamonedas, y lugares públicos, obtener tarjetas de crédito, en fin. Esa tarjeta azul desataba algunos lazos familiares y me daba "libertad" oficialmente...
Recuerdo además, que por varias horas ensayé muchos modelos de firma, con círculos, rayas, iniciales de mi nombre, puntos y formas extrañas que harían único y diferente el sello personal que me acompaña hasta hoy. El resultado, un garabato con algo de música...
Volviendo a la historia, Pablo finalmente quedó contento con su tarjeta melón; pasados algunos minutos se la entregó a su mamá y empezó a juguetear con su muñeco del hombre araña. Yo en cambio, recuerdo que luego de la emoción momentánea de tener mi tarjeta azul, quedé inquieta reparando la foto que sería mi carta de presentación desde ese momento. Sorprendentemente (no sé si fue por el scanner, los retoques o la travesura del que se encarga de las fotos en la RENIEC) mi rostro había cambiado, tenía la cara alargada, los labios coloreados de un rojo intenso y rubor en las mejillas. Mi nuevo rostro tenía detalles que no pertenecían a mi identidad. Quise solucionar el tema inmediatamente pero no me permitieron hacer reclamos. "Señorita, dejemos la vanidad de lado, lo importante es el contenido y no la forma", me respondió el funcionario cuando pedí una explicación de lo sucedido.
Así, dejé que la de la tarjeta azul me acompañe por algunos años, hasta que por casualidades de la vida en uno de esos días de distracción olvidé la billetera en algún lugar del mundo. Esto me obligó a tramitar mi nuevo DNI, uno más a la medida en tamaño pero también con su historia. Yo me había hecho la promesa que para el siguiente DNI me tomaría una linda foto de estudio, pero no fue así, ese día estaba súper apurada y terminé posando en uno de esos lugares de foto instantánea a los que prácticamente te llevan a jalones y ya no importaba si el fotógrafo es bueno o no. En todo ese tiempo mi mente procesaba el mensaje “lo importante es el contenido y no la forma, que se hace..."
En conclusión, volvió a repetirse la misma historia, en la RENIEC nuevamente hicieron de las suyas, esta vez aparecí "como con la cara recién lavada", con unos lindos cachetes y ojos achinados. Como dicen, finalmente uno nunca queda contento con el resultado.
8 comentarios:
habra q ver ese DNI....
está escondido bajo siete llaves...
A mi me paso eso pero con mi carnet universitario
ya somos dos...alguien mas?...
;)
Suele pasar. Me gusto mucho el blog.
kristellmendoza.blogspot.com
por lo que veo, no a muchos...
Gracias Kristel...es genial tener nuevos visitantes en mi espacio ;)
regresa pronto...
he bueno a mi siempre m pasa cuando renuevo mi CI o mi carnet del colegio o el d la academia y es no es la camara, ni el fotografo solo q casi siempre cuando queremos la perfecion no salen y es xq "en lo imperfecto radica lo perfecto" m gusto tu blog esta bueno....
cierto...lo imperfecto nos hace inigualables...
Gracias por tu lectura desde las tierras de Venezuela...
saludos y sonrisas :)
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